Rap Chileno, Gangero Franklika

El rap calle: la nueva arma de las poblacionesLos gangsters del verso
Componen en medio de la pasta base y las balas. Cárcel, peleas a cuchillo, narcotráfico, reventadas de casas y rabia son las marcas de su música. Se trata de tipos duros que pasean con pitbulls, suben videos a YouTube y editan discos pegajosos. Las bandas Franklika Company y Naztias hablan del soundtrack de la cuneta. Desde esas calles donde un niño de 10 años te puede volar los sesos sin arrugarse.
Nación Domingo
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Por Arturo Galarce

Las gotas de saliva golpean el micrófono cada vez que Gangero dispara palabras al interior de un improvisado estudio en barrio Franklin: “¡Dale, sácala, bruto, y apunta/ yo soy calle/ tú lo eres/ vamos a ver, hijo de puta, quién muere!”, rima, acabando el aire mientras se esfuman las bases. Gangero (21), ojos rasgados y rostro duro, es uno de los fundadores de los Franklika Company (FKC): 10 raperos registrando historias de plomo, riñas, lucha y calle. Verdadera calle.
El lugar es pequeño. De las paredes, los ojos de Tupac Shakur (2 Pac) observan a los FKC mientras se turnan frente al paravientos del micrófono hecho de alambre y forrado con una vieja panty negra. Cada uno rapea, baten los brazos y de vez en cuando levantan la mirada para chocar de frente con un cartel reflectante que grita desde el muro: “De vio” (de vivo). “De seguir vivo”, como dirían más tarde.

FRANKLIN ES NUESTRO
La leyenda gangsta dice que todo comenzó en California, a principio de los ’80, en la costa oeste de Estados Unidos y con raperos como Ice-T, Dr. Dre, 2 Pac, o Snoop Dog poniendo música a sus historias de gánsteres, violencia, crímenes y delincuencia. En Chile, el orgullo flaite lo cargaron los Panteras Negras, a principios de los ’90, generando cultura callejera con brutales versos desde la pobla, claro que lejos de Cadillacs convertibles y negras de culos enormes en el asiento de atrás.
“Ok, los negros inventaron el gangsta rap, pero ahora sólo hacen música pa’ mover la raja. Allá el estilo murió, pero en Sudamérica no. Acá, nosotros lo robamos y lo queremos hacer mejor”, dice Gangero, quien prefiere llamar a su estilo rap calle.
Año 1998. El rap se desvanecía junto a las cervezas en alguna esquina del barrio y los Franklika no eran más que una pandilla. Las rimas estaban. Había historias, peleas, rabia. Nada serio, salvo el afán de observar el entorno y retratarlo. Entonces se agruparon, agregaron el Company y decidieron que ahí sólo entrarían los raperos de la pandilla. Con el tiempo se irían sumando el resto de los integrantes, incluso de otras comunas y regiones, hasta lograr la formación actual: Gangero, Sonix, Bandito, Frandioz, Lazser, Be.Be, Tinaco, Zhalo12, Gazu y MC Deck.
“Así comenzamos a retratar la realidad. Logramos observar lo que nadie observa”, dice Frandioz (24), de jockey, lentes y una polera negra estampada con el rostro de Scarface (Al Pacino).
Estamos afuera de su estudio, en una plaza cercana, y Frandioz continúa: “Aquí vemos constantemente como la gente duerme en la calle. Muere en la calle. Combinado con la drogadicción, el auge de la delincuencia. Y no es que estemos orgullosos, no somos propulsores, sino que vivimos en ese entorno y sabemos deslizarnos bien. Desde esa perspectiva hacemos música”, cuenta con tono boricua. Gangero agrega: “A nosotros nos ha tocado vivir la delincuencia, por eso cantamos sobre eso. ¿A quién no le ha tocado robar? El camino de robar no se elige, poh, hermano, es por necesidad”.
Hoy no están todos. Algunos trabajan o viven lejos de acá. Gangero: “Esa es la gracia de FKC, tender la mano a raperos que no tienen la oportunidad de grabar y nosotros los invitamos de otras comunas a nuestro estudio”. Junto a ellos, FKC ya prepara su primer disco: “Franklika Company: Volumen I”. Todo desde la trinchera de la escasez y la calle.
Aquí no hay apellidos, ni contactos, ni dinero. Ni siquiera lo había para grabar en tiempos en que el mundo del rap se encandilaba con bandas como Tiro de Gracia o Makiza. Frandioz: “Nosotros no tenemos nada. Tengo respeto, pero no tengo nada. Acá llegaron estas bandas de afuera, raperos exiliados y cantando en metáfora. Cuando escuchái la música de un hijo de exiliado, cachái que son puros ahueonaos”.
Para los FKC, el rap se trata de pasar la realidad sin filtros a las letras. Como ellos dicen: “Nada de ficción. Si hay un hijo de puta que se viola a una cabra chica, por ejemplo, hay que decirlo. Todas las situaciones que se describen en nuestras canciones son reales”. Tinaco agrega: “Yo mismo tengo un tema de un amigo que tuvo ataos con narcos y al loco le violaron la pierna [pareja]. El loco se ahorcó. Ese tema es mío, de un amiguito mío. De eso trato de cantar”.

MENTE PA’ ELIMINARTE
Es fin de semana. Un viejo ring de box apostado en una cancha de baby es el escenario de esta tarde, mientras decenas de raperos merodean con sus ropas XXL y cervezas o cajas de vino en la mano. La tocata comienza: más de 10 bandas, entre ellos los Nastiaz. Los mismos que hace más de un mes teloneaban a DMX & Pshyco Realm en la Estación Mapocho y que en un par de semanas harán lo propio con Onyx & Mexicano en el Caupolicán.
Lobomano, Chokane, Zenteno, Hems, Marín y Cortez. Casi todos crecieron juntos en el sector Las Torres, en Peñalolén, y aprendieron a correr tras la pelota al mismo tiempo que de los balazos. “Si no pudiste terminar los estudios por plata y si vivís en una población callampa, no podís andar cantando hueás bonitas”, diría Chokane tras bajar del escenario.
Las bandas suben y bajan del ring como si se tratara de un casting. Los Nastiaz no han llegado aún. Sólo Zenteno (28), flaco y con barba de candado, se pasea entre los raperos aprovechando cada silencio para hablar de su rap calle. “Nosotros somos así, reales. Todo lo que cantamos es real. A veces en la población hay problemas, ataos con locos de otras clicas [pandillas]. Ahí es necesario tener una pistola guardadita en casa”, cuenta, justo cuando el resto de la banda asoma desde la calle.
19 horas. Lobomano (28), moreno, bajo y con aspecto de pitbull, ajusta el cierre de su chaqueta de cuero antes de subir al escenario. Nastiaz es el plato fuerte de la jornada. Ellos lo saben. Caminan con el peso de 10 años de experiencia y sobre el ring el K.O. es letal.
“Voy a mostrarte cuáles son las normas/ voy a explicar cómo son las cosas/ tengo mente de eliminar a quien me estorba/ conozco forma/ agallas me sobran/ por el momento las balas reposan”, rapean, mientras abajo el público enardece con las manos y botellas en alto.

EL GRUESO CALIBRE
Un grupo de raperas es el relevo de la banda. Ya estamos tras el escenario y salvo por un problema con el sonido al final, los rostros reflejan conformidad. Lobomano habla sobre el rap de Nastiaz: “Para hacer rap calle hay que vivir la calle. Hay que pasar por esto. Balaceras, tajos, peleas, cana. Haber estado preso alguna vez. Ahora estamos más tranquilos, claro. Pero nos tocó vivir eso. Era una manera de sobrevivir, sin estudios y toda esa hueá. Ahora, de una bicicleta te hacís una escopeta culiá, todos andan con fierros”, dice, mientras algunos desconocidos se acercan a felicitarlos.
La principal arma de las bandas de rap calle son sus letras. Lanzar “chirolazos” (burlas) e intentar matar musicalmente al adversario rapero es la práctica común. Chokane: “Nuestra arma es la lírica, si tenís problemas con raperos, los bajái con letras, los matái con letras. Y ojalá fuera así siempre. Pero si es un machucao de la calle, lo matái como se tiene que matar en la calle”.
¡Pah! Suena un tiro. Así parte “Traición”, uno de los temas del primer disco de Nastiaz: “The gruezo kalibre”. La letra cuenta la historia de un compañero cercano “falto de agallas”, muerto de un balazo en la frente luego de una traición: “Esta es la historia de tu propia traición/ por no pensar mejor/… nadie te creyó/ sentiste pánico y terror/ cuando Nastiaz te liquidó/ y la calle se te achicó/… traicionaste/ la ley de Las Torres”.
Según la banda, el disco refleja su época más conflictiva. Con reventadas de casas, peleas a diario, tiroteos, y problemas con clicas de otros lados que los buscaban en su propia población. Ahora trabajan en su segundo disco, y para Lobomano viene más social: “Queremos darle ese sentido. Manteniendo el estilo, claro, pero hablando del sistema. Aunque igual viene duro”.
Al igual que FKC, los Nastiaz opinan que el rap norteamericano perdió el rumbo fundiéndose cada vez más con el pop. Los tiempos han cambiado y, según creen, en Chile hoy se vive lo que vivieron los raperos afroamericanos a principios de los ’80. Lobomano: “La calle culiá está más brígida. Los pendejos se andan matando entre ellos. Es más fácil conseguir armas ahora. En las poblas está la cagá, cualquier cabro chico disparando. Acá mismo en Peñalolén hay amigos nuestros heridos por niños. Si hasta en las fiestas andan con las hechizas y esas hueás desparraman pa’ todos lados”, dice, con el rostro curtido, antes de dejar el lugar junto a su banda.

DE LA CALLE UNA CANCIÓN
La tarde pasa lento en barrio Franklin, donde descascaradas casas de techos altos comparten vecindario con enormes fábricas e industrias. Ya son pocos los carretoneros que se ven pasar por ahí, pero los borrachos siguen apareciendo, mendigando para otra petaca de licor y perdiendo el rumbo entre muros con graffitis y calles con animitas. Como la de Johanne, un Franklika muerto hace algunos años en una discoteca. “Fue en una pelea. Nuestro amigo bajó al baño y ahí dos hueones lo afirmaron pa’ que una mina por detrás le pegara una puñalá. Ahí se desangró el guatón, en el piso. Por eso que le mandamos a hacer el graffiti en su honor”, recuerda Gangero.
El lenguaje del rap calle es un guisado entre la violencia cruda y la rabia que se entrega como valor entre generaciones. “Hermano, adonde yo vivo [El Bosque] hay cabritos de 10 años con las medias pistolas. Cabros chicos que te tienen como dos homicidios, ya. El ambiente donde vivimos nosotros es un círculo vicioso, se hereda la hueá”, dice Tinaco. MC Deck agrega: “La cosa es simple. Eris chico, veís a un loco que tiene una casa bacán. Un auto bacán. Y te enterái que es traficante. Y tú eris chico y veís esa hueá y comís pan con margarina, y erís pobre, pero ese hueón tiene la casa llena de cosas y hace asado todas las semanas. ¿Qué te queda? ¿Qué veís? ¿Qué tenís que ser cuando grande?”, dice, mientras el resto de la banda asiente con la cabeza y el barrio sigue frío y en silencio. Crudo, como las letras que fluyen de la cuneta. LCD

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